Los árboles son realmente asombrosos.
Cada uno de ellos puede proveer la ración diaria de oxígeno que necesitan cuatro personas y puede absorber hasta 450 litros de agua del suelo y liberarlos en forma de vapor para enfriar el ambiente.
En Estados Unidos, un estudio realizado por científicos del Servicio Forestal en el año 2014 calculó que los árboles salvan más de 850 vidas al año en ese país y evitan que más de 670 mil personas sufran síndromes respiratorios.
Debido a su rol fundamental para la vida, el cuidado de los árboles es uno de los centros de la celebración del Día de la Tierra, que cumplirá su 45 aniversario el próximo 22 de abril. A pesar de que los bosques aún cubren un 30 porciento de la superficie global, su situación es alarmante porque cada año se pierden alrededor de 13 millones de hectáreas verdes, principalmente, a causa de la deforestación –según un estudio de Naciones Unidas.
Por este motivo, son muchas las organizaciones que están luchando por detener los desmontes y por promover las nuevas plantaciones. Una de ellas es Canopy, proyecto respaldado por el Día de la Tierra, que tiene como meta plantar 10 millones de árboles que ayuden a las comunidades más pobres del mundo.
Pero además de salvar vidas, los árboles tienen otras capacidades increíbles: ellos pueden revertir los impactos de la degradación del suelo, proporcionar alimentos, filtrar el aire y ayudar a evitar los efectos del cambio climático. Se sabe mucho sobre ellos, pero todavía se siguen descubriendo cosas sorprendentes, como su misteriosa manera de comunicarse.
Hace algunas décadas atrás, afirmar que los árboles se comunicaban entre ellos o con otras especies parecía algo totalmente descabellado. Sin embargo, diferentes estudios realizados en los últimos años demuestran que las capacidades del mundo vegetal fueron subestimadas.
A pesar de que no poseen neuronas ni cerebros, las plantas tiene un asombroso lenguaje propio, compuesto por señales químicas, que les permite protegerse mutuamente.
Si bien la comunicación entre las plantas se comenzó a estudiar hace más de 30 años, recién en esta década dejó de ser una idea marginal para convertirse en un fenómeno ecológico aceptado por la comunidad cientíca.
En 1983 se publicaron dos artículos (a cargo de los botánicos Baldwin y Schultz) que aseguraban que árboles como los sauces y álamos se enviaban advertencias entre sí sobre los ataques de insectos. Sin embargo, estos estudios fueron duramente criticados y acusados de estar mal realizados y de ser sensacionalistas. Por este motivo, durante casi diez años nadie volvió a investigar estas ideas.
En 1983, la presencia de algún tipo de comunicación entre los árboles parecía absurda, pero estudios posteriores demostraron que se había subestimado la capacidad de los árboles.
En 1990, Ted Farmer y Clarence Ryan de la Universidad de Washington volvieron a insistir.Ellos estudiaron a la especie artemisa y descubrieron que la presencia de hojas dañadas de esta planta hacía que otras cercanas comenzaran a producir sustancias para repeler insectos.
Richard Karban, de la Universidad de California, replicó estos experimentos fuera del laboratorio, en medio de la naturaleza. Durante tres temporadas, Karban y su equipo cortaron hojas de artemisa imitando el daño que hacen los insectos.
Las plantas heridas emitieron sustancias químicas volátiles (jasmonato de metilo) que fueron esparcidas por el viento. Al parecer, las plantas de tabaco más cercanas que se encontraban en la dirección en la que iba el viento, percibieron estas sustancias y aumentaron la producción de un agente que provocó que sus hojas tuvieran un sabor desagradable para los insectos.
Al finalizar la estación, los investigadores comprobaron que las plantas a las que les llegaba el aire con jasmonato de metilo habían sido menos afectadas por los agresores.
Desde entonces,numerosos estudios han confirmado esta emisión sustancias en situaciones de peligro en diferentes especies.
- Los botánicos Ian Baldwin y Jack Schultz estudiaron que los arces que se encontraban cerca de otros que habían sido mordidos por insectos, activaban sus sistemas de defensa.
En 2013, el profesor Farmer descubrió una vía diferente en la que las plantas transmiten información, a través de impulsos eléctricos y un sistema de señalización a base de tensión.
Para comprobarlo, Farmer colocó electrodos en las hojas y los tallos de un organismo modelo y dejó que un grupo de polillas lo atacaran. En pocos segundos se generó una pequeña corriente desde la zona dañada hacia el tallo de la hoja. A medida que se irradiaban las señales, el ácido jasmónico se iba acumulando en toda la planta.
En 2014, un grupo de científicos de Harvard encontró una forma de intercambio a través del material genético entre una planta parásito y una anfitrión. El movimiento de información genética entre las células de un solo vegetal es algo conocido, pero hasta ese momento nunca se había observado el traspaso entre dos especies.
- El estudio fue realizado con una enredadera que se alimenta de los nutrientes de los huéspedes sanos. Por este motivo, no sorprende que la planta parásito tome información de su huésped, pero lo extraño fue encontrar que el intercambio es mutuo, bidireccional.
- Existen bastantes pruebas para afirmar que las plantas pueden sentir entre ellas sus mensajes bioquímicos, pero lo que aún es un misterio –y en esto se centran las investigaciones actuales– es en el porqué de esta comunicación y cómo la realizan.
Sin duda, los árboles son maravillosos
¡Arriba las ramas!
¡UBUNTU!
Ubuntu es una regla ética sudafricana enfocada en la lealtad de las personas y las relaciones entre éstas. La palabra proviene de las lenguas zulú y xhosa.
- "Soy porque nosotros somos"
- "Una persona se hace humana a través de las otras personas"
- "Una persona es persona en razón de las otras personas"
- "Todo lo que es mío, es para todos"
- "Yo soy lo que soy en función de lo que todos somos"
- "Humanidad hacia otros"
- "La creencia es un enlace universal de compartir que conecta a toda la humanidad."
- Humildad
- Empatía
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